El edificio ante el que nos encontramos, que en la actualidad alberga las dependencias del Ayuntamiento de Íllora, pertenece a la antigua iglesia del Convento de la Orden de San Pedro de Alcántara. Según el Diccionario Geográfico Estadístico de 1850, la licencia para su fundación se pidió en 1669, siendo sufragados los costes de construcción por el vecindario. La conclusión de las obrasde la iglesia se produjo en 1688 y de las del convento en 1694, pero el 30 de ag gosto de 1835, debido a las desamortizaciones eclesiásticas, se extinguió el convento y todos sus bienes y efectos fueron vendidos, excepto la iglesia que se mantuvo abierta al culto, pese a que se encontraba en mal estado de conservación.
Posteriormente, en 1898 se adquieren, por parte del ayuntamiento, unas casas anexas a la iglesia del convento para albergar a una comunidad de hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, para dar asistencia a los enfermos e impartir enseñanza Religiosa y gratuita a niñas pobres. Así, desde 1899, se funda esta institución y en 1902, además, se crea un internado en el que el cincuenta por ciento de las plazas no suponían coste alguno. Esta Congregación prestó sus servicios en Íllora sólo hasta 1910, cuando las hermanas destinadas aquí tuvieron que marcharse a otra localidad donde su presencia era más necesaria.
A partir de 1910, se adquieren los edificios anejos a la Iglesia del Convento y hasta 1968/69, año de construcción del Colegio Público Gran Capitán éstas instalaciones albergaron hasta cuatro escuelas.
Arquitectónicamente, el edificio presenta una construcción sencilla, con muros lisos y sin vanos cuya planta de cruz latina exhibe unos brazos de crucero con poca anchura. En el lateral, aún se conserva parte del claustro conventual al que perteneció la iglesia.
Desde finales del siglo XIX, éste edificio ha tenido entre sus muros a mujeres cuyos nombres no han trascendido, pero que en éste momento vemos necesario recuperar para darles visibilidad a su importante trabajo en el pueblo de Íllora en tiempos en los que su ayuda era inestimable. En primer lugar debemos destacar a las Hijas de la Caridad, cuatro hermanas anónimas de la orden de san Vicente de Paúl que se encargaron de la asistencia a los enfermos entre los años de 1899 y 1910. A partir de éste año, al convertirse parte del edificio en escuelas, debemos destacar las figuras de las maestras María Avelina Morcillo Ferrón, M. Carmen Martín Gutiérrez, Concha Cardenete Baena y Dolores Ortega García, que dejaron en sus alumnos de mediados del siglo XX un entrañable recuerdo.
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